Trabajo no había.
Ni algo como una
verdadera casa.
Tampoco mucha comida
ni mucho ánimo.
Por eso en la oscuridad
un día
algunos jóvenes
discutimos
qué hacer.
Muy temprano
nos encaminamos
a buscar esteras.
Para poder de regreso
escalar con impaciencia
y construirnos cuartos
en la soledad del arenal.
Más tarde cargamos
nuestros tristes bultos.
Unos cuantos entrañables
signos de existencia
más otras desoladas
y demasiadas preguntas.
Y luego nos agrupamos
en aquella choza.
Donde poco a poco
discutimos
cómo hacer
para derrotar
al enemigo de clase.